martes, 9 de julio de 2013

IV - CHANCRO HA MUERTO. VIVA CHANCRO





El dictador Chancro pugna para que su dictadura sea legalizada por las falsocracias vecinas. Para ello hace un lavado de imagen disfrazando las formas fachistas con una supuesta falsocracia a la que llamó orgánica - esto es, la que le salía de los órganos -, arrinconó a los fachangistas sustituyéndolos por los topusianos, tecnócratas precursores de un sacroneoliberalismo que subastó el país al mejor postor llevándose unas comisiones de escándalo. En resumen, la política chancrista consistió en mantenerse en el poder a costa del sufrimiento, el hambre y la explotación del pueblo, bajo el sagrado palio de la Iglesia.









La Segunda Gran Guerra se había terminado oficialmente, pero permanecía latente una lucha sorda entre el Imperio Rojo y las falsocracias, bajo el mando éstas de otro gran imperio, el de los Falsarios Unidos. Fue la llamada Guerra Fina, que dividió al mundo. Esto favoreció las aspiraciones de Chancro, que poco a poco fue legitimado por las falsocracias por razones de estrategia política, lo que le dio carta blanca para seguir oprimiendo al reino. En el paroxismo del delirio se nombró a sí mismo "centinela " y al reino " reserva espiritual  " de Occidente.









Con la nueva situación las vacías arcas del reino empezaron a llenarse gracias, por un lado, al dinero de las falsocracias que, como buitres, acudieron a la subasta al encante llevada a cabo por los topusianos y, por otro, a los ahorros de los pobres súbditos que emigraron en masa al extranjero para matar el hambre. Como el antiguo reino estaba rodeado de playas, gozaba de un clima privilegiado, y con una moneda casi sin valor, los habitantes de las falsocracias iban allí a divertirse a precio de saldo. Todo ello contribuyó a un crecimiento económico del que los chancristas presumían como si fuera mérito propio. Hubo una aparente apertura del régimen, representada por un joven político aparentemente aperturista llamado Fragasaurio, que pretendía dar una imagen aparente de modernidad. Todo se quedó en la apariencia.









Durante todos estos años el chancrismo basó su política, como hacen todas las dictaduras, en el ensalzamiento del dictador y la demonización de quien se rebelaba, cambiando la historia del reino de la manera más sucia e increíble, atribuyéndose el papel de salvapatrias y culpando a las víctimas de todos los males. Como siempre en estos casos, cuando la irracionalidad entra por la puerta, la inteligencia escapa por la ventana: la intelectualidad del país que no había huido, estaba muerta o en prisión, por lo que el pueblo estaba educado en la ignorancia e indefenso ante la propaganda masiva del chancrismo, cuya consigna seguía siendo " Este es peligroso: Piensa ".










Como consecuencia de las mejores condiciones de vida y de las novedades que los emigrantes y turistas traían, parte del pueblo empezó a darse cuenta del engaño en que vivía y se organizó clandestinamente para combatir al tirano: por un lado el partido de los comenlomismo, liderado por Santiago Zorrillo y, más tarde, el partido de los Sociolistos, liderado por Flipe González, se convirtieron en la esperanza del pueblo para liberarse de la bota chancrista. Otros movimientos como el Metrall-Eta pretendían independizar su territorio mediante las armas. Pero la mayoría del pueblo, sumido en la ignorancia, participaba inconscientemente en la nueva imagen de alpargata y pandereta con la que el chancrismo pretendía modernizarse.








Los años pasaban sin que el reino avanzase a pesar de la aparente modernización. Chancro, aunque viejo y enfermo, seguía mandando con mano firme a través del almirante Carrera y Salto, pero ya dentro del propio chancrismo había quienes pensaban en la necesidad de cambiar algo para que nada cambiase. Un buen día el reino se despertó con la noticia de que Carrera y Salto había cumplido su destino cuando iba a ver a Dios: por obra y gracia de los Metrall-Eta voló directamente al cielo. Pero malas lenguas afirmaban que los Metrall-Eta habían tenido una ayuda más que interesada del sector reformista del chancrismo y de la L.I.A. ( Letal Intelligence of Ama-Rica ), los servicios secretos del imperio de los Falsarios Unidos. Eran los Grandes Urdidores en la sombra.










Chancro, al parecer muy afectado por esa muerte, no cedió sin embargo a las presiones y puso al frente del reino a Alias Cagarro, alias " el carnicerito de Málaga ", líder del núcleo duro del chancrismo conocido por sus numerosos asesinatos en los primeros tiempos de la guerra, que prometió una apertura del régimen que nunca se cumplió. Por el contrario, parecía que se volvía a los fusilamientos y torturas de antaño, con la calle tomada por la policía y el chancrismo dando sus últimos coletazos criminales. Pero gran parte del pueblo no estaba dispuesto a callarse y salía a la calle a protestar.












Poco antes de morir, el muy devoto general Chancro firmó unas cuantas sentencias de muerte sin que le temblara el pulso, a pesar de todos los llamamientos internacionales para que no se cometieran dichos crímenes. La policía chancrista, por su parte, dejó también sus cadáveres en las manifestaciones y en los interrogatorios de las comisarías. Después de casi cuarenta años de dictadura, Chancro murió en su cama dejando todo atado y bien atado, tal como había afirmado en su testamento. Delante de su ataúd desfilaron miles de súbditos en apariencia agradecidos y compungidos. Todavía persistía el miedo. En el primer aniversario de su muerte no se presentaron más que unos pocos nostálgicos.




                                                    
                                                        ESTE CUENTO NO HA TERMINADO

jueves, 4 de julio de 2013

LAS MARÍAS




Sara, Maria y Coralia eran unas hermanas muy bien llevadas, aunque de caracteres diferentes. Sara, la mayor, era romántica; María era atrevida y alegre; Coralia, la menor, era una muchacha melancólica e insegura a la que le hubiese gustado llamarse Rocío. Trabajaban como bordadoras y modistas en el taller que la madre regentaba en su propia casa. El padre era un buen zapatero, pero el salario no alcanzaba para mantener a  trece hijos. Fue por eso que los hombres tuvieron que salir a trabajar desde niños y las rapaciñas aprendían el oficio mientras ayudaban a su madre en el taller y en las labores de la casa. Durante la semana trabajaban de sol a sol, pero entre puntada y puntada soñaban que un príncipe azul vendría a buscarlas para llevarlas al reino de la felicidad.




Mientras tanto corrían los locos años veinte en Compostela, donde muchos jóvenes iban a estudiar a su prestigiosa universidad. Casi todos pertenecían a familias con posibles, por lo que tenían tiempo y dinero para holgazanear, bromear y cortejar a las muchachas. Como en todas las ciudades pequeñas, el ambiente era provinciano, todos se conocían y el qué dirán era una pesada losa. La ciudad  estaba en medio de dos fuegos: por un lado la catedral, por otro la universidad, por lo que la superstición y la ciencia competían tirando cada una para su lado. Esta dicotomía, así como las rúas medievales y la lluvia, daban y dan a la ciudad de piedra un aire austero, lleno de magia y de melancolía, pero también dejan un poso cultural y alegre que la hacen única.






El ambiente familiar era alegre, hablaban de todo y estaban unidos. Los hermanos militaban en el anarquismo, pensamiento respetuoso con la libertad y que desecha los prejuicios. Esta ideología había influido en las hermanas haciéndolas más libres y, por lo tanto, peculiares. Todos los domingos Sara, María y Coralia se vestían y maquillaban con esmero para ir a La Alameda, que era el lugar donde la sociedad compostelana paseaba los domingos.




Las tres hermanas siempre iban vestidas a la moda. Aunque eran pobres, ellas mismas confeccionaban sus vestidos con retales que sobraban de lo que alguna señorita caprichosa desechaba. Sin ser unas bellezas tampoco eran feas y llegaron a ser muy populares en el paseo porque María, con su carácter extrovertido, contestaba siempre con gracia a los piropos y requiebros de los estudiantes. Los más libertarios las llamaban Libertad, Igualdad y Fraternidad, mientras que los más conservadores les pusieron Fe, Esperanza y Caridad.




Durante un tiempo las hermanas no acudieron al paseo. Cuando volvieron eran sólo dos e iban de luto. Sara se había muerto. Sin embargo, María y Coralia continuaron yendo cada domingo a su cita con la misma ilusión de siempre, aunque el príncipe esperado  pasara de largo. Los estudiantes las piropeaban pero no se quedaban: o se marchaban al terminar la carrera o eran otras las elegidas. El ser tan peculiar en una ciudad de provincias es privilegio de los ricos, los pobres lo pagan muy caro, sobre todo si son mujeres. El precio es el aislamiento y la burla. Ellas eran peculiares y pagaron por ello.




Entre bordados, paseos y piropos fue pasando el tiempo sin que ellas se dieran cuenta, hasta que un día estalló la guerra civil, que ganaron los fascistas. Los hermanos anarquistas de María y Coralia tuvieron que huir o esconderse. Los falangistas iban muchas noche a registrar su casa y a interrogarlas. Algunos afirman que fueron golpeadas e incluso violadas, pero que nunca delataron a sus hermanos. Como consecuencia de aquella situación sus clientes dejaron de hacerles encargos por temor a represalias. El hambre y el miedo entraron en aquella casa.





Con el paso del tiempo las cosas se fueron calmando. Los hermanos se fueron casando, sus padres murieron y ellas, a pesar de su pobreza, las burlas e incluso alguna violencia, siguieron yendo a pasear impecables con sus trajes de colores, perfectamente maquilladas con polvos de arroz, colorete y carmín. Nunca perdieron ni la ilusión ni su peculiaridad y los estudiantes siguieron piropeándolas hasta el final. Ese fue su triunfo. El pueblo les llamaba " Las Dos en Punto " porque esa era la hora en que irrumpían en el paseo, pero las Marías fue el nombre con el que se inmortalizaron.






María murió en el año ochenta y un familiar se llevó a Coralia para La Coruña. Nunca se acostumbró y dicen algunos que se la veía preguntando en la calle el camino a Santiago. Murió tres años después que su hermana. Si vais a Compostela no olvidéis visitarlas. Siguen en la Alameda esperando que los estudiantes las piropeen.