lunes, 27 de mayo de 2013

MECACHIS EN LA CHISPA DE LA VIDA!!




Espero con impaciencia que el semáforo cambie a verde cuando de pronto, entre la multitud que aguarda al otro lado de la avenida, surge una mujer bella e inesperada, cubierta tan sólo con una túnica que deja adivinar un cuerpo esbelto y lozano. Los ojos grandes y misteriosos destacan en su rostro ovalado, una melena roja cae salvaje sobre sus hombros hasta llegar al escote, donde nacen unos senos firmes y voluptuosos. Los brazos son delgados y llenos de gracia, su fino talle contrasta con las amplias caderas entre las que se insinúa un vientre terso y redondo; sus muslos bien torneados, las piernas largas  terminan en unos bonitos pies apenas cubiertos. Mientras espera ajena a todo, la túnica se entreabre dejando adivinar su pubis dorado. Esa mujer es todo mi deseo. Quiero ir hacia ella, pero mis pasos no  responden. La espero sin atreverme tan siquiera a cerrar los ojos por temor a que, al abrirlos, ella ya no esté .

Nos miramos intensamente. Ella, con cierta maldad ingenua. Yo, con anhelo febril. El mundo se ha detenido, solo existimos los dos. Su sensualidad perturba mis sentidos. Un impulso irrefrenable me lleva a ella. Tomo su cara entre mis manos, la atraigo hacia mi, beso sus labios con dulzura, lujurioso, jugueteo con ellos y, sin prisa, abro la flor de su boca para apagar mi ardor en su frescura. Ella entorna los párpados y se entrega apasionada al largo beso. Mis dedos se enredan en su pelo sedoso con olor a violetas. Lo separo suavemente del rostro para mordisquear sus orejitas, recorro su cuello con la punta de mi lengua hasta llegar a la dulzura de la nuca y a los hombros pecosos, suaves como pétalos. La voy desnudando mientras acaricio sus pechos, los aprieto y beso sus pezones. Sigo bajando hasta su vientre palpitante, demorándome en el secreto del ombligo, luego acaricio la rubia pelusilla de sus muslos hasta llegar a un sexo de terciopelo. Lo excito con mi palma y siento su cálida humedad   mientras nos damos besos con sabor a pecado. Me echo sobre ella, pongo mis manos en sus nalgas generosas apretándola contra mí. Intento poseerla, pero ella se rebela con fiereza: me muerde, gime, me rechaza,... para buscarme de nuevo con ansia, se aprieta mimosa contra mí, me besa y se somete al fin al gozo del amor. Una vez apaciguados los dos ella parte, dejándome el veneno de la incertidumbre.

El semáforo se ha puesto en verde. Esa mujer cruza la avenida y viene hacia mí. Su porte elegante denota seguridad, tanto en la manera altiva de mover la cabeza como en su andar flexible y ondulante. LLega a la acera. Quiero decirle algo, pero las palabras no salen de mi boca. Ella continúa caminando, pasa a mi lado sin verme. La gente ha desaparecido a mi alrededor. Miro y me doy cuenta de que el semáforo está a punto de cambiar a rojo otra vez. Apuro el paso porque llego tarde al trabajo y murmuro para mis adentros: Mecachis en la chispa 
de la vida.




















jueves, 23 de mayo de 2013





CAPÍTULO IV

EPÍLOGO : EL AZAR ES EL DESTINO SALIENDO AL ENCUENTRO


Tal como dice el título, nada sucede por azar, y esta historia es buena prueba de ello. Por esta razón, porque la vida es un viaje circular sin principio ni fin, este último capítulo es en realidad el primero de esta extrana historia tan real como fantástica, en la que los mapas volvieron a su lugar de origen:

Inopinadamente, aquella tarde David decidió dar un paseo antes de volver a casa después del trabajo. Sus pasos lo llevaron a una calle céntrica con el encanto de lo antiguo, en proceso de desmantelamiento por los afanes inmobiliarios del alcalde. Al comienzo de la calle reparó en un viejo edificio en cuyos bajos todavía quedaban abiertos un bar muy decadente y una tienda de reparaciones. En medio de ambos locales, flanqueado por dos arcos, estaba el local principal de la fachada, completamente restaurado e inexplicablemente vacío. David sintió como un flechazo y, casi sin darse cuenta, estaba en el bar de al lado preguntando si se alquilaba el local. La mujer que lo atendía le respondió muy hosca que el edificio iba a ser demolido para construir apartamentos.

David y Marta llevaban un tiempo pensando en abrir una almoneda. Era una profesión que conocían y les apasionaba, pero no se acababan de decidir porque David tenía un buen trabajo y suponía asumir un riesgo grave. De todas formas, cuando llegó a casa le habló entusiasmado a Marta de ese local que parecía estar esperando por ellos, pues tanto por la situación como por su aspecto, era idóneo para la almoneda de sus sueños.

A los pocos meses la empresa de David, afectada por una crisis, ofreció una indemnización a los trabajadores que quisieran marcharse, pues la oficina iba a cerrar en aquella ciudad. David y Marta decidieron aceptar la indemnización y emprender su sueño con aquél dinero. No era una tarea fácil, pues tenían dos problemas: encontrar un local idóneo y el material para abrir la tienda. Hallaron un local que, aunque no era el perfecto, no estaba mal, así que apalabraron su alquiler y se tomaron unas pequenas vacaciones. Su decepción fue mayúscula cuando al regresar el propietario los llamó y les dijo que ya no les alquilaba el local por haberle surgido una venta. Marta recordó entonces el local que David había visto meses antes y decidieron volver a preguntar. Esta vez la mujer del bar les dio el teléfono del propietario del edificio quien, contrariamente a lo pensado, les alquiló el local.

Puesta la almoneda en marcha y adquiridos los mapas, en plena investigación Marta y David comentaban con una cliente historiadora los pasos que iban siguiendo y los logros. Una mañana Marta le dijo que David había obtenido en los archivos el dato precioso del nombre y apellidos completos del autor de los mapas. Al oir el segundo apellido la historiadora se sorprendió muchísimo y dijo: " Marta, id a informaros al Consulado del Mar, cuyo archivo probablemente hable de este apellido, que antes daba nombre a esta calle ".  Nada más conocer este dato, David fue al archivo mencionado. Cuando regresó estaba totalmente conmocionado. Efectivamente, la calle en la que estaba la almoneda llevaba el nombre del abuelo materno del conquistador, y el edificio donde tenían el negocio había sido la vivienda de éste durante su infancia y juventud. El azar y el destino se entrecruzaron para que los mapas recorrieran más de cien kilómetros y regresaran al hogar de su propietario: el edificio donde estaba ubicada la almoneda.

Había otras ciudades mucho más próximas al lugar donde esperaron los mapas más de cien anos. Había muchos otros anticuarios que los podrían haber comprado, incluso alguno había rechazado aquella biblioteca. Era como si el propio conquistador hubiera dirigido todos los pasos y movimientos para que los mapas fueran a las manos de David. Conociendo el medio en que se movían, era de los pocos en aquella región con los conocimientos y el idealismo suficiente para mostrar un interés histórico por encima del meramente lucrativo. Una vez más lo que parecía un azar era el destino saliendo al encuentro. 

El edificio fue vendido y destruido tres años más tarde. Acosados de manera feroz por los poderes públicos y fácticos que perseguían la magnífica colección cartográfica, Marta y David, contra viento y marea, cumplieron con su destino e introdujeron en la historia a su último y peculiar conquistador. 

En este relato todo parecido con la realidad NO es mera coincidencia.

miércoles, 15 de mayo de 2013





CAPÍTULO III

LA MALDICIÓN DE LOS CONQUISTADORES

Marta y David no tenían nada más que los mapas, mucha ilusión y poco dinero para aquella investigación tan vasta y compleja. Aunque los mapas habían aportado muchos datos, no sabían ni quien era el autor que los firmaba ni a qué objetivo respondían con exactitud. En su primer intento infructuoso por los archivos históricos David volvió a casa desanimado: había muchos militares con ese apellido en aquella época. Pero Marta lo animó, al fin y al cabo tenía que aparecer por algún lado. Cuando volvieron a disponer de un poco de tiempo y dinero David lo intentó de nuevo, partiendo esta vez del supuesto de que el personaje habría nacido en la misma región donde habían aparecido los mapas, fijando también límites a la edad del autor en función de las fechas que aquellos aportaban.

Esta vez la suerte le acompañó y el tan buscado expediente personal del militar apareció, conteniendo un sinfín de datos sobre el personaje y su gesta. Todo un regalo para los ojos de David, pero faltaba aún dar con los Diarios de Operaciones de aquellas expediciones para tener la historia al completo. También tardaron en aparecer. Parecía que la historia se resistía a desvelar su secreto, guardado durante más de siglo y medio. En un tercer viaje, y gracias a la ayuda del archivero, que había entablado amistad con David por ser paisanos y que, viendo su entusiasmo, se había contagiado en el interés por aquella investigación, dio con el catálogo donde se encontraban estos Diarios que relataban paso a paso aquella historia. Sin la ayuda de aquél hombre el catálogo nunca hubiera aparecido, pues estaba apartado del público temporalmente por obras en el archivo. David fotocopió todo el material de interés y regresó a casa, cansado pero feliz.

Cuando los documentos empezaron a desvelar toda la historia, Marta y David no daban crédito a lo que iba apareciendo: El personaje en cuestión era, ni más ni menos, que un descubridor, un conquistador y un civilizador. En concreto era el último conquistador del Imperio español, pero un conquistador que nada tenía que ver con los del siglo XVI, meros soldados de fortuna, mientras que este hombre era un romántico ilustrado, cuyo objetivo era sentar las bases de la civilización en el territorio cartografiado. Todo aquello respondía a un plan preconcebido por el Gobierno con el fin de llevar la prosperidad a aquellas tierras vírgenes e inexploradas. El éxito de aquél plan de civilización, inédito en la historia de la humanidad, fue tal que en apenas tres generaciones aquél territorio había tomado plena conciencia nacional y reclamaba su independencia. Hoy es un país que, a pesar de ser colonizado posteriormente por otra potencia, recuerda a España con cariño.

Sin embargo, este hombre tuvo que sufrir la maldición que suele perseguir a los descubridores y conquistadores: No tuvo en su momento el reconocimiento por celos y envidias profesionales, en poco tiempo perdió a su familia, muriendo en la soledad y en el olvido histórico. Su recompensa fue personal, la satisfacción de haber realizado aquella gran obra: llevar la cvivilización, en el más amplio sentido del término, a aquellas tierras.

Después de muchas dificultades y contratiempos, Marta y David tuvieron el honor de recuperar el nombre de este militar para la historia y aportar argumentos para rebatir la injusta leyenda negra española. Escribieron un libro contando esta gesta, pero al igual que el conquistador, también tuvieron que sufrir la envidia, la codicia y los prejuicios de muchos compatriotas. La conclusión o moraleja es evidente: nadie es profeta en su tierra y, tristemente, nuestra leyenda negra tiene sus mayores valedores entre los propios españoles. 


viernes, 10 de mayo de 2013



CAPÍTULO II

LA  INVESTIGACIÓN SE PONE EN MARCHA









Lo primero que hizo David el lunes por la mañana fue cerciorarse de que, tal como había pensado en su primera impresión, aquella magnífica cartografía militar era manuscrita. Ya no le cabía la menor duda, incluso en alguno de los mapas había podido notar con la ayuda de una lupa algunas huellas de lápiz no borradas del todo. Era una colección de cinco mapas coloreados, hechos en cuadrículas de lino pegadas a modo de puzzle sobre cartulina, de forma que las cartas podían doblarse facilitando así el repliegue dentro de aquellas preciosas encuadernaciones.

Lo primero que llamó la atención de David fue la gran extensión del territorio cartografiado. Un mapa original no es un cuadro que un artista pinta en solitario, sino que conlleva detrás todo un equipo de muchas personas, técnicos y demás, que han de recorrer un inmenso territorio desconocido, incluso peligroso. A lo que había que añadir que se trataba de la primera cartografía de aquellas tierras vírgenes e inexploradas, pobladas de tribus sin civilizar y hostiles según mencionaban las propias cartas geográficas. Todo esto hacía suponer una inversión económica y un despliegue de medios técnicos y recursos humanos que sólo un Estado podía permitirse. Consecuentemente, tenía que haber un objetivo muy importante detrás de aquella misión. Uno de los mapas representaba la fundación de la capital de aquél territorio recién descubierto, una ciudad muy moderna para la época en medio de aquella selva. Se trataba de la primera cartografía científica de un país que fue colonia española hasta finales del siglo XIX.  

Los mapas estaban firmados por el jefe de las expediciones al interior del territorio cartografiado, pero en el último aparecía una nota de su puno y letra aclarando que él y sólo él era el propietario de aquellos mapas y coautor de los mismos, rectificando a quien se atribuía la titularidad de aquella cartografía ignorando los derechos de cada autor.

Esto hizo pensar a David que, dada la magnitud de la empresa, este explorador tendría que estar registrado en la historia de España. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que no figuraba en los textos. Sólo un historiador de la época hacía una mención escueta. Puesto luego en contacto con expertos sobre el tema, tampoco sabían nada de estos hechos ni del personaje. Todos estaban sorprendidos con el hallazgo, más de uno incluso mostraba incredulidad.

David y Marta se dieron cuenta de que estaban ante un descubrimiento histórico de gran envergadura, al menos en lo que respectaba al país cartografiado. Cuando David inició su periplo por los archivos históricos no tenía nada más que los mapas, el apellido y la inicial del nombre del explorador. Falto de medios económicos y de ayudas para una investigación tan importante, tuvo que sufrir además la desconfianza y desprecio absoluto de la mayoría de las instituciones oficiales, tan soberbias como ineptas, o tan codiciosas como envidiosas. Tan sólo encontró apoyo firme en el director de un museo militar, verdadero historiador de vocación y experto en aquella materia. Este hombre orientó a David en su investigación y movió algún hilo para que pudiera participar en un importante congreso de historia sobre aquella ex-colonia. 

David abrió aquél congreso con el tema estrella. Cuando terminó su exposición no hubo tan siquiera los aplausos de cortesía. Todo el mundo se había quedado atónito. Pasado el momento de la sorpresa, hubo un remolino de murmullos y comentarios, pero apenas hubo preguntas: nadie se atrevía a rebatir, tampoco a apoyar a un completo desconocido que cambiaba de un plumazo la historia de aquél país. Los prejuicios, la codicia, la envidia y la ignorancia fueron un cócktail que a partir de aquél momento persiguieron a David y a Marta todo a lo largo de su investigación. Ya nadie se reía, pero todo eran obstáculos: querían hacerse con el trabajo y con los mapas, había que deshacerse de aquél par de intrusos a toda costa. Fue muy dura aquella lucha, pero Marta recordaba siempre en los momentos difíciles un consejo que le había dado su padre: " Cuando tengas la certeza de estar haciendo algo importante y todo el mundo se te echa encima, sigue. Quiere decir que estás en el buen camino ". 

martes, 7 de mayo de 2013

CAPITULO I EL ÚLTIMO CONQUISTADOR







Este extraordinario y sorprendente relato va a ir publicado en cuatro capítulos. Espero que os guste.



CAPÌTULO I

AY DEL POBRE QUE ENCUENTRE UN TESORO !!



Hacía poco tiempo que Marta y David habían abierto su almoneda en los bajos de una antigua fábrica reconvertida en viviendas y locales comerciales cuando un colega de la profesión les habló de la propietaria de una casa de indiano que quería vender una pequeña biblioteca. No lo pensaron mucho y decidieron ir a verla.

La casa estaba a unos cien kilómetros de su ciudad. Al llegar fueron recibidos con recelo por una anciana acompañada de un hombre de mediana edad que presentó como su sobrino. Ambos les condujeron a una cocina en la que, inexplicablemente, había una pequena biblioteca de libros antiguos. Cuando David intentó acercarse para mirar el material la anciana se lo impidió con un gesto. David preguntó el precio y, como no era excesivo, acordaron la compra dejando una pequeña señal porque aún tardarían casi un mes en ir a recoger los libros.

David no estaba muy convencido de aquella compra hecha casi a ciegas: La biblioteca le había parecido en su mayor parte de tema religioso o jurídico, lo que haría difícil su venta. Además, había visto el serrín que deja la terrible polilla y que hacía temer una compra desastrosa. Marta lo tranquilizó diciendo que, como había varios libros de pergamino, se venderían para decoración y, en cualquier caso, les vendrían bien para sus escaparates, lo que amortizaría la compra.

Pasado el tiempo acordado, un domingo temprano David y Marta subieron a su furgoneta y se presentaron en la casa. Esta vez los recibieron los propietarios con la curiosidad y la cordialidad de la gente solitaria que no suele recibir visitas. Su recelo anterior había desaparecido. Tras charlar un buen rato, David entregó el precio acordado. La anciana lo tomó y les dijo que en ese tiempo había tenido otra oferta mejor, pero que ella había respetado el trato. Eran gente de honor y valoraban la palabra dada. 

Inmediatamente Marta y David empezaron a meter en cajas los libros de la vieja y polvorienta biblioteca que, efectivamente, era mayoritariamente de tema religioso y jurídico. Cuando llevaban un buen rato embalando cayó al suelo un libro. David se bajó a recogerlo y al abrirlo comprobó que era en realidad una preciosa encuadernación de piel que contenía un mapa antiguo. Acto seguido miró en el estante y vio que había otras cuatro encuadernaciones con sus respectivos mapas que, en un primer vistazo, le parecieron manuscritos.

David estaba tan atónito que la anciana se apercibió inmediatamente y le pregunto qué había visto. Él no le ocultó el hallazgo, y además se interesó por la historia de la casa y de sus antiguos propietarios para averiguar la relación con aquella cartografía. La anciana les contó que había sido la antigua criada de aquél caserón en el que había entrado a servir de niña, donde había cuidado a toda aquella familia hasta que todos se fueron muriendo sin descendencia y finalmente, en agradecimiento, le habían dejado la casa en herencia. Los mapas habían sido realizados a mediados del siglo XIX, por tanto habían llegado a aquél lugar años después de haber sido trazados. Sin embargo, en principio no parecía existir una relación familiar ni de otro tipo entre el autor de los mapas y la familia que los había conservado. 

Durante el viaje de regreso David y Marta comentaban excitados la buena suerte que habían tenido al comprar la biblioteca y elucubraban sobre el desconocido autor de aquella cartografía, que presagiaba un hecho histórico de gran relevancia. Como gran aficionado que era a la historia David, nada más llegar a casa, extendió aquellas cartas sobre la mesa de su despacho para intentar comprender al menos lo que tenía entre las manos, sin llegar a imaginar que ese hallazgo iba a suponer un antes y un después en sus vidas, ajeno por completo a ese sabio, y en este caso premonitorio, dicho popular: Ay del pobre que encuentre un tesoro !








miércoles, 1 de mayo de 2013

CARTA A HORTENSIA



El juez envía a prisión a la madre del niño ahogado en el río Guadalquivir


A pesar de tener nombre de flor, su vida nunca fue un camino de rosas. Hortensia R., procesada como presunta infanticida de su propio hijo, con el que se arrojó al Guadalquivir el pasado viernes, vivía en Barcelona, pero su precaria situación económica -no trabaja al estar impedida, ya que para andar tiene que utilizar muletas por problemas de espalda- la obligó a regresar a Córdoba y vivir en un piso de su madre. Su destino cambió cuando su progenitora falleció. Algunos de sus hermanos -la mayoría no está en la capital- la obligaron a dejar el inmueble y a buscarse un techo. «Pero no tenía dinero. Nosotros la ayudábamos siempre que podíamos; sin embargo, no era suficiente para pagar el alquiler de su vivienda», señaló a ABC su cuñado José, que ayer acudió hasta el Juzgado de Guardia con su esposa, hermana de la encausada, y la hija de ambos, los tres residentes en la comunidad catalana. Esta insostenible situación fue un mazazo para la mujer, que ya arrastraba episodios de depresión. Según informó otro de sus allegados, «ella tiene otros dos hijos de un matrimonio anterior, pero perdió la custodia. Por aquel entonces, ya había tratado de suicidarse». En cuanto al padre del menor fallecido, «no se sabe nada; le pasaba dinero de vez en cuando, pero nada más. Ahora convive con otro hombre de nacionalidad mexicana»
Esta triste noticia me impactó tanto por el drama humano que conlleva como por la indiferencia que causó en los medios de comunicación que, fieles una vez más a la voz de su amo, la trataron deprisa y corriendo para no molestar el sueño de los poderes públicos. Por estas dos  razones he decidido escribir esta carta:





Querida Hortensia,

Tu historia de soledad y abandono ha roto una vez más mi corazón y trae a mi memoria un recuerdo muy triste que marcó mi infancia. A mis cinco años fue la primera vez que vi la dureza y la injusticia de la vida, quizá también la primera vez que fui consciente de la muerte. Aquél hecho marcó mi carácter y determinó en gran parte mi forma de pensar. Una madre como tú, como yo, como todas, vino a vivir a mi barrio con sus tres hijitos muy pequenos. Uno era todavía un bebé de pocos meses, los otros dos aproximadamente de mi edad, companeros de juego en la plazoleta de mi infancia. Aquella madre, al igual que tú, tenía todas las salidas cerradas: sin dinero, sin ayuda, un marido alcohólico y maltratador. Luchó desesperadamente por salir adelante, pero en plena dictadura franquista una mujer no era más que la sombra de su marido. Un buen día no pudo más, llevó a sus hijos al colegio, aseó al bebé y le dio el pecho por última vez. Recuerdo que un policía vino al colegio a buscar a mis amiguitos. Mi mamá no paraba de llorar. La madre de la que te hablo había hecho lo mismo que tú. Se ató una piedra al cuello y se arrojó al mar. Yo era muy pequeña, no entendía que había pasado y me enfadé con el mundo.

Cuando leí tu historia este recuerdo volvió a despertar en mí toda la rabia que provoca ese monstruo de tantas cabezas que es la injusticia social de los poderes públicos. Trato de meterme en tu piel para vivir yo también tu desesperación y tu soledad porque realmente todos somos un poco culpables de tu tragedia. Qué te puedo decir, amiga, tan sólo que, aunque no te conozco personalmente, te comprendo y te quiero, que no te mereces el trato que te están dando justo los mismos que te han llevado a esta locura. Tú ya tienes el castigo más cruel que se puede tener, y además de por vida. Ellos, como no tienen ni conciencia, siguen con su vida fácil e hipócrita. Su única preocupación es que tu caso pase desapercibido y no altere a la opinión pública. Te han llevado directamente a la cárcel una vez recuperada de tu hipotermia, en vez de dejarte en el centro médico donde tendrían que curar tu alma rota, de la que nadie se preocupa. He leído que a ratos pides que te lleven a tu hijito, no aceptas todavía que ha muerto. Ellos dicen que tu condena tendrá el agravante de parentesco, no quieren ver el eximente del estado de necesidad ni de tu enajenación transitoria. Hemos vuelto a los viejos tiempos de los corazones duros, si es que alguna vez habíamos salido.

Un abrazo, compañera del alma