lunes, 31 de diciembre de 2012

FIN DE 2012


Hola a todos,

Hoy es el último día del 2012 y comienza el 2013, lo que para muchos supersticiosos es un pronóstico de mala suerte. Voy a tratar de tranquilizarlos con datos que demuestran que la fecha no es exacta.

En primer lugar porque está probado que Jesús nació por lo menos seis años antes de lo que dice la fecha oficial. Esta equivocación fue debida a un error de cálculo del monje y astrónomo Dionisio al cambiar el calendario romano por el cristiano.

Tampoco Jesús nació en invierno, ya que según cuenta San lucas en su evangelio nació en una noche estrellada y al aire libre. Es difícil que tales condiciones meteorológicas se produjeran en Palestina en pleno invierno.

Fue el papa Julio I quien el año 350 instauró la fecha del 25 de diciembre para que coincidiera con otra celebración pagana y asi eclipsarlas. Pura estrategia. 

Aquí en Bruselas el día está nublado, aunque no llueve ni tampoco hace demasiado frío. Me levanté un poco tarde, me duché y salí rapidamente con Buba al parque para que hiciera pipí. Buba es una cahorrita de cinco meses que estoy cuidando porque mi hija mayor se fue de vacaciones.

Dentro de un ratito iré al super a comprar las uvas que tomaremos al son de las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol.

FELIZ ANO NUEVO NUEVO A TODOS DESDE BRUSELAS.



domingo, 30 de diciembre de 2012

DOCE CARTAS DE AMOR

                                      



Un anuncio en el periódico me llevó hasta aquella habitación desordenada y austera, llena de libros hasta los topes y anclada en el pasado. Al fondo de la habitación había una maleta antigua que llamó mi atención. Pregunté al propietario por ella y entre los dos la abrimos, comprobando que el viajero nunca había deshecho su equipaje. El hombre sonrió y me comentó que había pertenecido a su tío Alfredo, quien  había viajado a Buenos Aires a principios de los años 50, había vuelto y había muerto unos años después en esa habitación. No pregunté más y me fui contenta con esos libros, que eran un pequeño tesoro para cualquier coleccionista. 

Una semana más tarde, revisando y catalogando el material, me encontré con algunas fotografías antiguas y doce cartas de amor escritas con el alma, en un papel casi transparente y con las huellas que deja el carmín cuando los besos son lejanos. Esas doce cartas cuentan una hermosa historia de amor que yo resumo en tres cartas:






Buenos Aires 1949



Amor mío,

Hace menos de una hora que Blanca y yo embarcamos rumbo a Buenos Aires, y mis pensamientos son sólo tuyos.
Todavía estoy entre nubes reviviendo nuestra despedida. Ahora mismo me viene a la memoria el recuerdo de cuando te conocí. Fue en el Círculo de Bellas Artes, donde yo hacía teatro y tú acudías a la tertulia. Tenía sólo dieciocho años y muchas ganas de divertirme para olvidar lo gris que me rodeaba. Representabas para mí el hombre ya hecho, misterioso y experimentado, que me miraba desde la distancia. Me chiflabas, Alfredo, y fue por eso que el día que por fin te acercaste me quedé sin habla, y gracias a Rosina, que siempre fue muy lanzada, quedamos para vernos el domingo siguiente en el paseo. A mamá no le convencías porque decía que eras un intelectual y que los intelectuales eran torpes para buscarse la vida y peligrosos en estos tiempos que corren. No se lo tomes a mal, Alfredo, porque mamá siempre ha sido muy práctica y tradicional.

Alfredo, sé que no estás conforme con mi partida , pero tienes que comprender que lo hago por los dos. La situación ahí era ya insostenible para mi familia, y si no fuera porque mamá hace un duro de dos pesetas pasaríamos hasta hambre. Necesidades sí que hemos pasado, y muchas. Fue gracias a la tía Alicia, siempre tan buena con nosotros, que hemos podido enterrar a mi hermana Luisa con decencia.

Estoy triste porque sé que no nos veremos durante un tiempo, pero a la vez contenta porque, si Dios quiere, pronto veré a papá y a mamá que, junto contigo, son lo que más quiero en este mundo. Tengo mucha ilusión de empezar una vida nueva en ese país lleno de oportunidades para los dos. No temo al trabajo ni a nada porque mi meta es que podamos estar juntos para los restos, sin depender de nadie. Ahí no teníamos futuro, Alfredo, porque tu sueldo y tus cargas no nos permitían ni entrar en un café, mucho menos empezar una vida juntos. No tienes que temer a nada, con tu preparación llegarás donde te lo propongas. Nunca seré una carga para tí, sino tu compañera. Contigo a mi lado nada temo. Mi único miedo es  perderte.


Te noté enfadado, quizá celoso, de que viaje sola con mi hermana. No te preocupes, mis ojos son sólo para ti; además, como ya te dije, compartimos camarote con doña Amparo y su hija Cecilia, unas amigas de la familia de mi cuñado Luis, a las que mis padres nos han confiado. La buena señora no nos pierde de vista.


Alfredo, tengo que dejarte, porque Blanca y nuestras amigas, que habían salido a cubierta para conocer el barco, han vuelto; yo aproveché para escribirte y así estar a solas contigo.

Tu Aurora, siempre tuya. 





Buenos Aires 1949


Vida mía,

El viernes  llegamos por fin a Buenos Aires, después de un viaje muy malo porque el tiempo no ayudó. Tanto Blanca como nuestras amigas sufrieron el mal de mar. Blanca se puso muy malita, no podía retener nada en el estómago, incluso en algún momento temí por su vida. Por suerte yo estuve bien durante todo el viaje y pude darles a las tres los cuidados que se merecían. Sin embargo, los últimos días fueron tranquilos, lo que me permitió conocer el barco y disfrutar del buen tiempo reinante en cubierta.

Mis padres, mi hermana Laura con Luis y Laurita estaban esperándonos en el puerto. Me eché a los brazos de mamá, de la que no quería separarme. Encontré a Laurita muy crecida, habla ya perfectamente y es tan guapa como mi hermana. Menos mal que no se parece a Luis, que es muy buen chico pero, al contrario que tú, guapo no es. 

Hoy domingo  celebramos nuestra llegada todos juntos con un asado que mamá estuvo preparando desde bien temprano, y que hizo nuestras delicias. Alfredo, aquí nadie pasa hambre, la carne es muy rica y abundante. Cuando vengas te vas a desquitar.

El lunes empezamos a trabajar Blanca y yo en el mismo taller de costura donde  lo hace  Laura. Nuestro sueldo es bueno y dentro de poco habré ahorrado suficiente para comprar una cama de matrimonio, un somier y un colchón de lana. Así cuando llegues tendremos nuestra cama. Si, nuestra cama Alfredo, no me canso de repetirlo.

Me da un poco de vergüenza decirte esto, pero no puedo evitar pensar en los momentos en que yo era débil contigo en la oscuridad del parque. No me arrepiento y, aunque tenía mis miedos, nunca me negué. Sé que eres un hombre apasionado que necesita eso, y aunque me duela tampoco te reprocharía tus debilidades si las tuvieras. Te quiero tal como eres y no te cambiaría en nada. 

Mamá me está llamando porque han llegado unos amigos. Un beso de los nuestros, te lo envío en esta carta para que, al sentir el sabor de mi carmín, recuerdes mis labios.

Tu Aurora que te ama.







Buenos Aires 1952


Mi Alfredo,

Esta es la última carta que te escribo, porque a partir de ahora ya no volveremos a separarnos. Han pasado casi tres años desde que subí al barco en el puerto de Vigo para reunirme con mi familia. Sólo una cosa me dolía de ese abandono, y era  tu ausencia, amor mío. Ni un solo día dejé de pensar en ti, ni una sola noche me quedé dormida sin que tu fueras mi último pensamiento.  
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Hubo momentos en esta separación que me derrumbaba y perdía la esperanza, porque conocía tus dudas y sabía de tus miedos. Me dolía mucho que pesara más en tí la opinión de tu cuñado aconsejándote que no vinieras, sólo porque  tu sueldo, aunque pequeño, era de gran ayuda para ellos. Me dolía también que tu hermana callara sabiendo lo que nos queríamos. Pero afortunadamente nuestro amor fue más fuerte y venció. Dentro de un mes estarás aquí.  

Nuestra boda por poderes fue especial. Llevé un traje muy elegante de color marfil que diseñamos y cosimos Blanca, Laura y yo, aprovechando que los sábados por la tarde no trabajamos en el taller. En el pelo me puse un tocado precioso del mismo color, del que caía un pequeño velo que cubría la mitad de mi rostro. En la mano llevaba un ramo  de azahar. De joyas sólo me puse el colgante con la perla que perteneció a tu madre y que me regalaste el día de nuestra despedida. Cuando dije el " Sí, quiero " cerré los ojos y eras tú quien estaba a mi lado. Aunque esté mal decirlo, nunca me he visto tan guapa. Todos estaban muy elegantes, especialmente mamá que siempre lo ha sido de manera natural. Me faltaron  tus ojos, tu voz y...tus caricias.

Sé que mi cuñado Luis te ha contado algo de mis molestias en el estómago desde hace meses, y sé también que mamá está muy preocupada porque la he visto llorando. Dejé el taller temporalmente ya que así me lo aconsejó el doctor. Paso mucho tiempo en la cama porque estoy cansada, y tengo dolor en cuanto como algo.

Hoy recibí tu carta en la que me dices que ya tienes el pasaje. Esa noticia tan deseada hizo que me sintiera  mucho mejor, incluso me levanté para merendar una bizcochada. Por primera vez en meses no me dolió el estómago.  



Alfredo, tengo miedo de no gustarte, porque he adelgazado mucho y quizá me encuentres desmejorada, pero estoy segura de que todo esto se me pasará en cuanto te vea y sienta tus abrazos, tu calor, tu voz y, sobre todo, tus besos. El día que llegues estaré esperándote en el puerto y nunca una mujer será más feliz que yo.

Te quiero.



Aurora murió al poco tiempo de llegar Alfredo a Buenos Aires.










Dedico este relato a todas las mujeres valientes que tuvieron que emigrar y se quedaron en el camino.